sábado, 12 de noviembre de 2016

¿Sabía Ud. que dentro de los oficiales que no se rindieron y que apoyaron a Bolognesi hubo un oficial Argentino que peleo por el Perú?

¡ UN ARGENTINO QUE VALE UN PERU !



CONSULTORIA VARILLAS & ALZAMORA ASOCIADOS”
“ASESORIA Y DEFENSA LEGAL”




POR EL DR. JUAN A VARILLAS ALZAMORA.



INTRODUCCION:

“En el marco del 87º aniversario de la reincorporación de la ciudad heroica de Tacna al Perú, que se celebrará el 28 de agosto del 2017 es propicio de resaltar a un Argentino que vale un PERU-.

Roque Sáenz Peña Lahitte (Buenos Aires, 1851-1914) fue un abogado y político argentino. nació en Buenos Aires el 19 de marzo de 1851Fueron sus padres el doctor Luis Sáenz Peña y doña Cipriana Lahitte.
 Luego de terminar sus estudios de Secundaria en el Colegio Nacional de Buenos Aires, se graduó como doctor en Derecho en 1875. Sus inicios en la carrera de las armas datan de su temprana participación en movimientos políticos y militares en su país, en los que llegó a ser Segundo Comandante de Guardias Nacionales.
Al declararse la Guerra del Pacífico entre Chile y Perú, Roque Sáenz Peña se alejó silenciosamente de su país en 1879, y enrumbó hacia Lima. Siguiendo sus convicciones de justicia y solidaridad ofreció sus servicios al Perú, que le otorgó el grado de Teniente Coronel (Comandante). En la victoriosa Batalla de Tarapacá sirvió al mando del coronel Andrés Avelino Cáceres, como comandante del Batallón Iquique. Sáenz Peña luchó valerosamente en la histórica Batalla de Arica (7 de junio de 1880), junto al legendario coronel Francisco Bolognesi.


FUE TOMADO PRISIONERO


Luego de ser tomado prisionero y sometido a Consejo de Guerra, se le confinó cerca de la capital chilena. Fue puesto en libertad seis meses después, a instancias de su familia y por exigencias del Gobierno argentino, que le devolvió la ciudadanía argentina, perdida de jure al incorporarse al Ejército peruano.
El Gobierno del Perú lo ascendió a Coronel en 1885, y años más tarde, en 1905, el Parlamento Nacional le otorgó el cargo de General de Brigada, a propuesta del presidente peruano José Pardo Barreda. En reconocimiento a su ejemplar conducta patriótica e internacionalista, Roque Sáenz Peña recibió autorización por vía legal para aceptar el cargo de General del Ejército del Perú. El 6 de noviembre de ese mismo año, el General Roque Sáenz Peña fue nombrado jefe del Comando General del Ejército del Perú, durante la ceremonia de inauguración del monumento al Coronel Francisco Bolognesi, su compañero de armas caído en Arica.

Regresó a Buenos Aires en 1880 y se incorporó al gabinete del general Roca como subsecretario en el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, que ejercía Bernardo de Irigoyen. Un año después renunció al cargo y viajó a Europa donde permaneció por dos años.
De regreso a Buenos Aires, volvió a incorporarse lentamente a la vida política. En 1884 fundó junto a Carlos Pellegrini el periódico Sud América, en el que expresará sus ideas políticas. En 1886 apoyó la candidatura presidencial de Miguel Juárez Celman. Tras el triunfo juarista, fue designado embajador plenipotenciario en el Uruguay.


La Frase America para la Humanidad.

En octubre de 1889, junto a Manuel Quintana, representó a la Argentina en el Congreso Panamericano en Washington en el que defendió el principio de no intervención de las potencias extranjeras en los asuntos internos de los estados latinoamericanos y combatió el proyecto estadounidense de crear una unión aduanera y una moneda única para toda América. En esa ocasión, Sáenz Peña contrapuso a la tristemente célebre doctrina Monroe, que proponía "América para los americanos", la frase "América para la humanidad".

En junio de 1890, el presidente Celman, en plena crisis lo nombró ministro de Relaciones Exteriores, pero a fines de julio de ese año estalló la llamada Revolución del Parque, que puso fin a la presidencia de Juárez Celman. Sáenz Peña renunció a su cargo.

La crisis política desatada tras la revolución trajo un aire de purificación de la política y la impecable trayectoria de Sáenz Peña lo colocaron en una inmejorable posición para acceder a la presidencia. Su candidatura fue proclamada en La Plata a mediados de 1891 por el grupo llamado "modernista", en el que se destacaban Carlos Pellegrini y José Figueroa Alcorta, y todo parecía indicar que llegaría a la Casa Rosada. Pero la astucia y los manejos de Roca y Mitre pudieron más. Encontraron la única manera de frenar el ascenso de Roque Sáenz Peña: proponer la candidatura de su padre, don Luis Sáenz Peña.

Roque se negó a enfrentar a su padre y renunció a la candidatura en estos términos: "lamento que circunstancias ajenas a mi voluntad, pero no extrañas a mi corazón me impidan aceptar el alto honor que se me ha discernido".
Por su parte, don Luis le agradecía el gesto en una carta pública: "Creo que nos abraza una aureola de honor para el hijo y para el padre. El abnegado retiro de tu candidatura me deja amplia libertad de proceder. Tú eres todavía muy joven, y en tu corta vida pública has dejado ya rastros indelebles de tu inteligencia y de tu carácter".

Tras la asunción de la presidencia por parte de su padre, abandonó la banca de senador que ocupaba en representación de la provincia de Buenos Aires. No podía, por sus convicciones, ser oficialista pero, por respeto filial, tampoco podía ser opositor. Decidió retirarse momentáneamente de la política y se dedicó a administrar una estancia en Entre Ríos por unos dos años.

En 1898, se produjo la guerra entre Estados Unidos y España por la posesión de Cuba. Sáenz Peña tomó partido por España y los cubanos y pronunció un vibrante discurso en el Teatro Victoria contra la intervención norteamericana: 

"Tengo el sentimiento y el amor de mi raza; quiero y respeto como propias sus glorias en la guerra y sus nobles conquistas en la paz".

En febrero de 1905, estalló una revolución radical en distintos puntos del país. La revuelta fue derrotada pero las demandas radicales de limpieza electoral y de un marco jurídico claro y justo seguían vigentes.
En 1906, tras la muerte del presidente Manuel Quintana, asumió el vicepresidente José Figueroa Alcorta quien envió a Sáenz Peña a Madrid en representación de la Argentina a las bodas reales de Alfonso XIII. En la capital española recibió un nuevo nombramiento: Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario ante España, Portugal, Italia y Suiza. Estando en Italia, en 1907, recibió instrucciones para representar a la Argentina, junto al embajador Luis María Drago en la Segunda Conferencia Internacional de la Paz en La Haya.

Sáenz Peña regresó al país en agosto de 1909, en un clima de gran agitación social y política. Todavía sonaban las repercusiones de la matanza perpetrada por el coronel Ramón Falcón el 1º de mayo en la Plaza Lorea y los partidos tradicionales preparaban sus candidaturas para las elecciones de 1910. Su nombre fue propuesto por los partidarios de terminar con el fraude, incorporar a la oposición menos revolucionaria al sistema político y descomprimir el clima de presión social que se vivía. En Europa, Sáenz Peña había observado las ventajas que había traído a las sociedades modernas la ampliación del sufragio y la modernización de las leyes electorales.

El 12 de junio de 1910, el colegio electoral consagró la fórmula Roque Sáenz Peña-Victorino de la Plaza. El presidente electo se encontraba nuevamente en Europa y emprendió el viaje de regreso a su país.
A poco de llegar, concertó dos entrevistas clave: una, con el presidente Figueroa Alcorta y, la otra, con el jefe de la oposición, Hipólito Yrigoyen. La entrevista con el caudillo radical, concertada en la casa del doctor Manuel Paz, despejó los temores de ambos lados. Yrigoyen se comprometía a abandonar la vía revolucionaria y Sáenz Peña, a la sanción de la tan anhelada Ley Electoral.

El Proyecto de Ley de Sufragio.

El 12 de octubre, asumió el nuevo gobierno y Sáenz Peña cumplió con su palabra enviando al parlamento el proyecto de Ley de Sufragio, elaborado con la estrecha colaboración de su ministro del Interior, Indalecio Gómez, que establecía la confección de un nuevo padrón, basado en los listados de enrolamiento militar, y el voto secreto y obligatorio para todos los ciudadanos varones mayores de 18 años.

El presidente presentó el proyecto con estas palabras:

 "He dicho a mi país todo mi pensamiento, mis convicciones y mis esperanzas. Quiera mi país escuchar la palabra y el consejo de su primer mandatario, quiera el pueblo votar". Poco después, ambas cámaras aprobaban la que empezó a conocerse como la Ley Sáenz Peña.

El fin del fraude significaba un notable avance hacia la democracia en Argentina y la posibilidad de expresión de las fuerzas políticas opositoras que habían sido marginadas del sistema por los gobiernos conservadores. En las primeras elecciones libres llevadas adelante en la Argentina, en el mismo año 1912, la bancada socialista crece notablemente y se suceden los triunfos radicales en Entre Ríos y Santa Fe.

La salud del presidente comenzó a deteriorarse a comienzos de 1913. Una y otra vez debió solicitar licencia y debió finalmente delegar el mando a Victorino de la Plaza en octubre de ese año. Falleció en Buenos Aires en la madrugada del 9 de agosto de 1914, mientras en Europa estallaba la Primera Guerra Mundial.
La cámara baja comisionó al jefe de la bancada socialista para redactar el discurso fúnebre en honor del presidente. En esa ocasión dijo el doctor Juan B. Justo: 

"Actuó en un momento de la historia argentina en que el problema fundamental era el de la verdad del sufragio popular”. 

Lo comprendió, tradujo esa comprensión en una nueva ley, y aplicó esa ley con lealtad y con energía, consiguiendo hacer del parlamento argentino un verdadero parlamento moderno.

El doctor Roque Sáenz Peña ha sido pues para la diputación socialista, un constructor, un creador".


La Causa de América

El futuro compañero de lucha de Francisco Bolognesi en la reunión con los jefes militares comisionados para escucharlo, expresó claramente que:

“La causa del Perú y de Bolivia, enfrentadas a Chile, que codiciaba sus reservas de salitre y guano, es en estos momentos la causa de América y la causa de América es la causa de mi patria y de sus hijos.”

Y luego agregó:

 “Yo no voy (a la guerra) envuelto en la capa del aventurero, dejo mi patria cediendo a convicciones profundas, no por imposiciones aventureras, sino por inspiraciones para cumplir un sentimiento de hermandad americana”.

Al final de la entrevista, le fue otorgado el grado de teniente coronel y comisionado para integrarse al Ejército del Sur, comandado por el general Juan Buendía.

En la batalla

Saénz Peña fue enviado directamente al escenario de los enfrentamientos, correspondiéndole participar en la Batalla de San Francisco (19 de noviembre de 1879), en el que las fuerzas peruanas experimentaron una derrota.

Inmediatamente después intervino en la Batalla de Tarapacá (27 de noviembre) como ayudante del general Juan Buendía, comandante general del Ejército del Sur, correspondiéndole secundar la estrategia del coronel Andrés Avelino Cáceres, que consistió en adelantarse al plan de ataque de los invasores, desalojarlos de los cerros donde se encontraban parapetados y propinarle una escandalosa derrota.

Escandalosa porque el ejército chileno era un ejército varias veces superior al peruano en armamento y soldados. Los enemigos emprendieron la fuga a través del desierto con dirección a Pisagüa para reagruparse y volver al contraataque. El Ejército del Sur hizo una evaluación de sus fuerzas y llegó a la conclusión de que no estaba en condiciones de enfrentarlos de nuevo porque carecía de artillería y caballería y resolvió abandonar Tarapacá y desplazarse a Arica.

El desempeño de Sáenz Peña fue encomiado por el general Buendía en su parte de guerra al reportar que “en el momento de la batalla al encontrarse sin jefe la mitad del batallón de Guardias Nacionales, coloqué a Sáenz Peña como jefe de esta unidad, quien lo condujo la pelea con la más valerosa decisión y coraje”, por lo cual fue ascendido al grado de coronel.


En el Morro

El 5 de junio de 1879, dos días antes del asalto de los invasores chilenos, Sáenz Peña integró la Junta de Guerra de 15 oficiales, en la que por unanimidad respaldaron la respuesta dada por Francisco Bolognesi al pedido de rendición del general chileno Manuel Baquedano, con la categórica expresión:

 “Tengo deberes sagrados que cumplir y los cumpliré quemando el último cartucho”

El que no estuvo presente, por haber adelantado su voto en contra, fue el coronel pierolista Agustín Belaúnde, quien optó por desertar para evitar se le castigue con la pena de muerte por traición a la Patria.
En la batalla de Arica le correspondió asumir el mando del batallón Iquique y estar presente en la ofensiva final lanzada por los invasores, en la que fue herido en el brazo derecho y significó una verdadera mortandad en las filas de los patriotas.
La soldadesca chilena estuvo a punto de dar muerte a los sobrevivientes Sáenz Peña, La Torre y Chocano, cuando estos fueron rodeados e iban ser tiroteados. En esas circunstancias, el capitán del IV de Línea del ejército chileno Ricardo Silva Arriagada se interpuso y los declaró prisioneros.
De los 1,650 hombres que tomaron parte activa en la batalla por el lado peruano, murieron más de 1,000 y alrededor de 200 quedaron heridos.


Fue Capturado Herido

La mayoría de los altos oficiales perecieron. De los 19 oficiales murieron 13. De los jefes de la Octava División solo sobrevivió el coronel Roque Sáenz Peña, herido en el brazo derecho; de la Séptima División, el coronel Várela, gravemente herido. Del Estado Mayor sólo salvó la vida su jefe, Manuel Carmen La Torre. Por su parte los invasores registraron 474 bajas.

Sus captores lo enviaron a Valparaíso y sometieron a un Consejo de Guerra y sancionado con el confinamiento en San Bernardo, cerca de la capital chilena. Puesto en libertad luego de seis meses, a instancias de su familia y del gobierno argentino, regresó a Buenos Aires en septiembre de 1880.

El Congreso de Argentina le devolvió la ciudadanía argentina, que había perdido al incorporarse al ejército peruano. Retornó a Buenos Aires en setiembre de 1880, donde reinició una brillante carrera política. Fue elegido primero senador y luego, el 12 de octubre de 1910, presidente de la República Argentina. En su país, se le recuerda por ser autor de la Ley Sáenz Peña, que instituyó por primera vez el voto universal, secreto y obligatorio. En 1905 retornó al Perú para participar en la inauguración de un monumento en su honor y ser ascendido al grado de general de brigada del Ejército Peruano. 

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